Las pipas fueron
durante mucho tiempo probablemente los elementos protagonistas, las estrellas,
de lo que llamábamos “golosinas” o “chucherías” y hoy se llaman “chuches”:
productos que se consumen entre horas por el placer de hacerlo, algo así como
el おかし japonés, aunque las chuches son más
bien cosas de críos o adolescentes y se consideran más bien dulces que saladas.
Las pipas han
tenido siempre una función social, porque lo habitual era (y aún es en muchos
sitios) sentarse en la calle en unas sillas o un banco y acabar dejando el suelo con una alfombra de
cáscaras. Y entretanto, ejercitar uno de los pasatiempos tradicionales
preferidos de los españoles: dejar pasar el tiempo, mirando a los que pasan y
chismorreando un poco de todo y de todos.
Las pipas,
cuando era niño, se comían en los cines como ahora palomitas. Y las cáscaras
iban a parar al suelo. Lo de las papeleras y no tirar la basura al suelo no
tiene tanta tradición en este país. Las sesiones de cine eran dobles: una
película mala y otra peor, y nos sentábamos en el gallinero para comer pipas y
echar las cáscaras a los de platea.
Las pipas
llegaron de América en el siglo XVII, pero como costumbre social llegó mucho
más tarde, durante el cerco a Madrid en la guerra civil española a finales de los
años treinta del siglo pasado. El hábito de comer pipas lo trajeron los
soldados rusos, pero entonces la gente no lo hacía por diversión, sino para
engañar al hambre. Aparte, para muchos
era una manera de identificarse con ideologías como el comunismo o el
anarquismo; y para las mujeres un signo de liberación de género, ya que hasta
entonces se miraba mal a las mujeres que comían en público.
Las pipas son un
ansiolítico eficaz. La mayoría de las personas que las comen no lo hacen sino
porque les tranquiliza un montón el simple gesto repetitivo de echarse una pipa
a la boca o colocarla entre los dientes, cascarla, extraer la semilla y escupir
las cáscaras. Todo el resto de efectos milagrosos sobre nuestra salud que se
pueden encontrar en internet me resultan tan creíbles como cualquier cosa que
se puede encontrar en internet. En todo caso, las pipas las comemos tostadas y
saladas, y quien come muchas pipas, acaba comiendo mucha sal. Y eso no puede
ser bueno.
Las pipas hay
quien las prefiere con un mínimo punto de sal, como yo, pero otros prefieren
comer las pipas “saladas” que son mucho más saladas, porque les gusta la
sensación que tienen de que los cristales de sal hacen que les queden los
labios como auténticas salchichas. Se lo pasan pipa. “Pasarlo pipa”
significa divertirse un montón, pasarlo muy bien.
Sunflower seeds
Sunflower seeds were for a long time probably the main
characters, the stars, of what we used to call golosinas or
chucherías and
now we call chuches: products people
eat between meals just for pleasure, something like Japanese okashi, although chuches are mainly children’s or teenagers’ favourites and are
considered mainly sweet products, not salty ones.
Sunflower seeds have always had a social role, because
it was really usual (and still is in many Spanish places) to sit outdoors on
some chairs taken out from home or on a bench and leave the ground littered
with a layer of sunflower seeds hulls. And meanwhile, to practice one of the
best loved traditional hobbies in Spain: to let time flow, looking at the
people passing by and gossiping a bit about everything and everyone.
Sunflower seeds, when I was a child, were consumed at
cinemas as popcorn is today. And the hulls ended up on the floor. Street bins
and not littering the streets are more modern concepts than you may think in
this country. Cinema sessions were double: a bad movie and a worse one, and we
would sit in the gallery to eat sunflower seeds and drop the hulls on the
people sitting in the stalls.
Sunflower seeds came from America in the 17th
century, but eating them as a social habit came much later, at the Madrid siege
during the Spanish Civil War at the end of the 30s, in the 20th
century. Russian soldiers brought it to Spain, but then people didn´t do it for
fun, but for lack of food. Apart from that, for many people it was a way to
identify themselves with ideologies such as communism or anarchism; and for
women it was a sign of their liberation process, because then women eating in
public places were bad considered.
Sunflower seeds are an effective tranquiliser. Most
sunflower seed eaters do it because it is sedating for them to repeat the gesture of putting one of those seeds in their
mouth or set it between their teeth, cracking it, spitting the hulls and
chewing the rest. All the other miraculous effects on our health that can be
found in the internet offer to me the same credibility as anything you can find
in there. Anyway, we eat them roasted and salted, and if you eat a lot of them,
you are going to eat lots of salt. And that cannot be good.
Some prefer sunflower seeds with a bit of salt (I am
one of them), but others prefer salted ones, which are of course much more
saltier: they like that feeling of their lips getting like sausages because of
the salt crystals on them. Se lo pasan
pipa¸ which means, they have a really good time.
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